La cañonera se había puesto en paralelo a la costa. La chica corría con desesperación, al límite de sus fuerzas. Lo que para ella era una distancia considerable, para aquella horrenda cabalgadura y su jinete no significaba más que una carrera. El troll no paraba de proferir taimadas risotadas; estaba a punto de darle alcance. Los megarácnidos corrían detrás de su amo, ganando terreno. Todos dejamos de respirar, con el corazón en un puño.
Entonces tronaron los cañones de Fuego Negro de nuestra nave. Siete grandes bolas de fuego surcaron el éter en dirección a los megarácnidos, retumbando como una tempestad. Antes de que alcanzaran el objetivo, las culebrinas volvieron a escupir la siguiente andanada. El cielo se cubrió de estelas negruzcas instantes previos a la explosión. Con gritos de júbilo contemplamos cómo el terreno se convertía en un rugiente infierno que abrasaba a las bestias como si fueran papel.
El Fuego Negro es muy volátil y al estallar se expande, levantando columnas de fuego a su alrededor. Nada escapa a su furia.
La siguiente ráfaga no se hizo esperar; de nuevo las culebrinas descargaron sus proyectiles de Fuego Negro sobre la llanura atestada de megarácnidos, avivando más el fuego. Desde nuestra posición podíamos sentir las oleadas de calor. Las bestias se consumían sin remedio, envueltas en un mar de llamas.
-¡Sí!- gritaron mis hombres, entusiasmados por el espectáculo.
Justine descubrió nuestra presencia con la primera salva; sin detenerse se dirigió a la orilla, agitando los brazos para llamar nuestra atención. El troll perdió de repente su interés por la chica y tiró bridas con violencia para frenar a su montura, la cual dio un respingo y saltó hacia un lado, lejos de las explosiones.
La cañonera enfiló la plataforma de desembarco hacia la orilla sin dejar de bombardear a las bestias que lograban salir del círculo de fuego. La llanura se había incendiado a la largo de cientos de metros. Entre el fragoroso crepitar de las llamas se escuchaba el lúgubre siseo de los megarácnidos al ser devorados por las intensas llamaradas.
-¡Sargento Herderson, formad por secciones!- ordené, aferrando mi RR-Brand.
-¡Jefes de pelotón, a sus puestos!
Nada más tocar tierra la rampa de desembarco, mi compañía saltó sobre la arena y se dispersó para cubrir a Justine, que se acercaba a nosotros llorando de alegría.
-¡Fuego de cobertura!- clamó el sargento Henderson con su rudo vozarrón.
Las pistolas RR-Brand emitieron sus rayos rojos con agudos restallidos, tiñendo de resplandores carmesí los espacios. Los múltiples objetivos acertados reventaron en una lluvia de pedazos que se esparció en todas direcciones. Conforme las bestias emergían del fuego, constantemente reavivado por las sucesivas descargas de la cañonera, eran neutralizadas por los rayos de las pistolas.
-Venga con nosotros, señorita de Valois, la pondremos a salvo- le dije, protegiéndola con mi brazo para aportarle seguridad-. ¿Y el cabo Torres?
Justine me escrutó con mirada compungida y agitó la cabeza en señal de negación.
-Entiendo. No se preocupe por eso ahora. ¡Sargento, llévesela de aquí!
Los pelotones habían tomado posiciones a lo largo de la rivera, diezmando a los obstinados megarácnidos sin compasión. Una tormenta roja se abatía sobre ellos sin descanso, conteniendo su avance. Estaban atrapadas dentro de un doble fuego.
El troll había emprendido la huida, aterrorizado por la apabullante ofensiva. Su cabalgadura había perdido dos patas a consecuencia de una detonación y el fuego lamía parte de su cuerpo. A los pocos metros se desplomó sin vida, arrojando a su jinete sobre tierra. El troll rodó unos metros y se incorporó lanzando imprecaciones. A una orden suya unas pocas decenas de megarácnidos se replegaron, cerrando filas entorno a su señor. Habían recibido una gran lección.
-¡Retirada!- ordené. Nuestra misión se había cumplido con éxito: habíamos salvado a la chica y derrotado a las bestias.
-¿No acabamos con ellos, mi capitán?- me preguntó el soldado Flanagan, sediento de sangre.
-No, ya es suficiente. Espero que hayan aprendido la lección. No es necesario ser crueles como las bestias, que no conocen la compasión. Si por algo nos distinguimos de ellas es por la humanidad- le sermoneé-. Llegará algún día en que quizás se restablezca el equilibrio y ambas especies podamos convivir sin atacarnos mutuamente.
¡Game Over!
¡Congratulations, capitán Pons!
¡Try the next Game!
Libro de Hob
Entrada del 2.05.1378. Era de La Bestia.
¡Mía es la venganza!
Cuando tomé conciencia en la Tierra mi marido me recibió con un afectuoso abrazo, como si no me hubiera visto en años. La preocupación estaba grabada en su cara.
-¡Oh, cielo, qué angustia he pasado, creí que no lo contabas!- me dijo, totalmente alterado. Nunca lo había visto así.
-Es solo un juego- le contesté, devolviéndole un beso. A veces, él se lo tomaba tan en serio como en la vida real. No sé si era por su vena militar o qué.
-Ya lo sé, cielo, pero aunque se trate de un juego no podría soportar que te mataran.
Nos sentamos sobre el sofá del salón. Me fijé en que la pantalla holográfica del tablet estaba desplegada y operativa. Parecía que estaba siguiendo una partida que acababa de terminar.
-¿Qué ha ocurrido?, te perdí en los subterráneos- le pregunté.
-¡Oh, cielo, no te lo vas a creer ha sido alucinante!- profirió entusiasmado como un niño.
La verdad, cuando se ponía así, se me olvidaba todo y me entraban ganas de apretujarlo y llenarlo de besos.
-Cuéntame.
-Esos malvados rodents acabaron conmigo...
-¡Oh, Ignacio, cuánto lo siento!- le interrumpí; sabía lo mucho que le gustaba ese personaje.
-Sí, ya, un fastidio, pero no te preocupes. Pronto volveré a tener uno similar. El caso es que cuando te raptaron aquellas ratas pedí ayuda en el foro, ¿y a que no sabes quién acudió?- se le iluminó la cara. Yo negué como si no lo supiera ya-. ¡El Autarka, nada más y nada menos! ¡Santo Cielo, no me lo podía creer. Y luego mi compañero Ángel, ya sabes, el capitán Pons, se sumó al rescate! ¡Dios, qué partida!
Casi no me dejaba hablar a mí.
-El Autarka murió para salvarte a ti, ¿sabes?
-¡Pues claro que lo sé!, también estaba allí, ¿recuerdas?
-He seguido todos vuestros pasos a través de la pantalla. ¿Cómo fue, qué sentiste, pasaste miedo?
-La verdad es que he pasado momentos de angustia allí dentro. No sabía qué me iban a hacer los rodents, pero cuando apareció el Autarka me tranquilicé mucho. Luego nos atacaron todas esas arañas gigantescas y otra vez pasé un miedo terrible. Menos mal que apareció tu amigo, el capitán Pons y me salvo, sino, ese troll terrorífico me las habría hecho pasar canutas.
-¡Sí, viva la Infantería de Marina!
-Bueno, ahora ya está, debemos descansar un poco y salir a pasear o dentro de poco estaremos más tiempo en HOB que en la Tierra.
-Aquí solo estamos para repostar- citó la celebre frase que utilizaban los más adeptos al juego.
La verdad es que el Virtual WarGame se había impuesto en la sociedad. Mucha gente lo había dejado todo para dedicarse en exclusiva a él. Aunque yo eso lo encuentro excesivo; pero, en fin, allá cada cuál.
La única pega que le encontraba era que muchos aseguraban que era un juego para hombres, que las mujeres eran débiles y asustadizas y que no tenían cabida en HOB por su violencia. A mí esas cosas de machistas, igual que esos clubs de caballeros donde les impedían el ingreso a las mujeres, me daban mucha risa. ¡Como si una mujer no se supiera valer por sí misma!
Estoy de acuerdo que lo nuestro no es la fuerza bruta del Cro-magnon; lo nuestro es más sutil, más refinado, pero conseguimos igualmente nuestras metas. Es simplemente otro estilo de hacer las cosas. Aunque algunos se sientan amenazados por nuestra inteligencia.
Digo todo esto porque me he propuesto demostrarlo con la siguiente partida.
Tras mi llegada a la Tierra no quise alterar más de lo que ya estaba a mi marido, quien siente debilidad por la lucha desde que perdió el brazo en campaña, pero por dentro ardía en deseos de vengarme del rodent que había causado la muerte de su personaje en HOB y todo aquel miedo que me hizo sufrir, hay gente desconsiderada que no piensa en los demás, solo en ascender y ascender para obtener el carné profesional.
La culpa la tiene la compañía, con eso de la libertad de mercado, que carece de escrúpulos a la hora de enriquecerse. Desde que ofrecen acciones de Media Games a los que logran llegar a OmniNivel de Segundo Rango, lo que en HOB equivale a convertirse en dios y ascender a Selene, o sea, a la junta directiva, millones de personas se dedican a jugar como locas con tal de obtener ese premio. Yo no me lo acabo de creer, pero dicen que uno lo ha logrado, un tal Von Lieber, que en la Tierra no tengo idea de quién es.
El caso es que por la noche, mientras Ignacio dormía, yo no paré de darle vueltas al asunto. Antes de quedarme dormida ya había decidido lo que iba a hacer la mañana siguiente, que era festivo, cuando me despertara.