Por Alejandro Aragoncillo:
Londres,
10/02/1878
A
la atención del Excelentísimo Don Porfirio Díaz, Presidente de México,
Desde la Royal Society de Londres le agradecemos en gran
medida el apoyo que nos está brindando en nuestra futura empresa. Como le
comentaba en mi anterior misiva hemos oído interesantes historias acerca de una
ciudad perdida en la selva, y las pruebas que hemos logrado reunir apuntan a
que buscamos un nuevo “El Dorado”. Sabemos que probablemente no se trate de
nada más que leyendas pero tendrá que entender que buscar una ciudad perdida en
mitad de la selva del Yucatán es una aventura a la que no podemos resistirnos.
También
quería comentarle que no es necesario que nos acompañe el Señor Montalbán, pero
entendemos que en caso de que realmente encontremos algo usted quiera que esté
presente una persona de su entera confianza, así que aceptamos sus condiciones
sobre este particular.
En
otro orden de cosas, será un placer para nosotros colaborar con su causa y hemos
contactado con el Foreign Office a fin de que las peticiones de las que nos
hablaba en su última carta sean atendidas con la debida diligencia.
Atentamente
Sir
William Highbourne
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Península
del Yucatán, 21/05/1878
Querida
Melinda,
No sabes lo que te hecho de menos y lo duro que es este
viaje. A pesar de que todos los componentes de la expedición somos hombres de
mundo, las condiciones son realmente penosas y tengo que reconocer que ya no
soy un jovenzuelo. Si no fuera por el buen Winters, que me cuida como lo haría
una madre, hace tiempo que hubiera
tenido que tirar la toalla.
Sin
embargo debemos ser optimistas ya que cada día nos hayamos más cerca de nuestro
destino y las señales de civilización aparecen por doquier, lo que nos anima en
gran medida. Ayer encontramos una magnífica representación en piedra del
mismo Itzamnaaj y por el escaso desgaste
de la piedra puedo pensar que no tiene más de 100 años. Todo apunta a que
nuestras suposiciones eran correctas!
El
Señor Ricardo Montalbán ha resultado ser un duro terrateniente local,
acostumbrado a maltratar a la gente bajo su mando y a aprovecharse de los demás…
tendré que vigilarle de cerca, pues aunque parece un patán veo la inteligencia
detrás de esos ojos de lobo. No me cabe duda que si pudiera nos la
jugaría.
Sabes
que te quiero.
Sir
William Highbourne
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Península
del Yucatán, 02/06/1878
Querida
Melinda,
Después de más de un mes de este atroz viaje por al selva
hemos llegado a nuestro destino. No te lo podrás creer pero la hemos
encontrado! La ciudad perdida de Perachimba, donde cuentan las leyendas que
sabios y filósofos de su tiempo se refugiaron de los españoles. Los nativos nos
han recibido cálidamente, vestidos con
sus mejores galas (y cubiertos con más oro que la reina) nos
han agasajado con festejos durante dos días completos. Estoy seguro que el
profesor Timber daría su mano derecha por estar aquí y ver con sus propios ojos
las costumbres y la artesanía de estas gentes. Se trata de una sociedad culta,
alejada de la violencia, con un folclore muy rico y muy puro, ya que su lejanía
los ha mantenido completamente al margen del exterior.
Inevitablemente
hemos preguntado a los indígenas de dónde sacaban tanto oro para sus adornos, y
nos han mostrado una mina de fabulosa riqueza, allí mismo, dentro (debajo) de
la ciudad! Es tan abundante que sólo es necesario agacharse para recoger el
preciado metal. Cuando estábamos allí he visto la codicia en los ojos de
Montalbán pero se que aquí no se atreverá a hacer nada pues los hombres de la
expedición son de entera confianza y
completamente leales a mí.
Siempre tuyo
Sir William Highbourne
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Ciudad
de México, 15/11/1878
Estimado
Sr. Phileas Fog
No
puedes imaginar la decepción que he sufrido con el Sr. Montalbán… ha llegado a
amenazarme! A mí! Si estuviéramos en Inglaterra puedo asegurarte que no pararía
hasta verlo recluido en la Torre de Londres. El muy canalla me propuso que no
le contáramos nada de lo que habíamos visto al presidente! Dijo que allí había
suficiente oro como para hacernos a los dos
fabulosamente ricos, reyes de nuestro propio país, y que esos indígenas
ignorantes no eran más que un estorbo, que nos los podríamos quitar de encima
fácilmente y quedárnoslo todo nosotros. No creo poder expresar con palabras lo
indignado que estoy en estos momentos.
Mañana
nos reunimos con el presidente y por mi honor que no pienso ceder al chantaje
de ese malvado, sin embargo temo que la posición del Sr. Montalbán es demasiado
fuerte en el país y que delatarle como la serpiente que es sólo haría que
nuestra palabra quedara en entredicho.
Atentamente,
Sir
William Highbourne
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Ciudad
de México, 01/12/1878
Estimado
amigo,
Lamentablemente
no he podido tomar el barco que debía devolverme a Inglaterra ya que me encuentro
realmente enfermo. De forma repentina he sido atacado por unas fiebres que me
tienen postrado en la cama, y los médicos me han prohibido terminantemente
iniciar un viaje tan largo.
No
puedo evitar ver la mano del pérfido Montalbán detrás de todo esto, y por
primera vez temo por mi vida. No me gustaría morir así, en un país extranjero,
lejos de mi familia, enfermo… sin embargo temo lo peor y noto como las fuerzas
me abandonan día tras día.
A
pesar de su reticencia a abandonarme, voy a ordenar a mi fiel Winters que tome
algunos de los objetos más valiosos que tenemos: algunas muestras de la
artesanía indígena y cierta correspondencia junto con notas personales dirigidas
a mi familia, y que intente llegar a Inglaterra a toda costa.
Amigo,
por todo lo que nos une, te ruego que cuides de mi mujer y mi hijo.
Atentamente,
Sir
William Highbourne