miércoles, 9 de octubre de 2013

HoB: LA CAÍDA DEL AUTARKA (ACTO II)



―¡Justine!― bramé desesperado, asestando tajos a derecha e izquierda con todo el furor de mi ser.

Mi espada aplastó cráneos, desparramó sesos y vísceras en su tonada de muerte. Pero ellos eran muchos. Uno caía, después otro, y otro, mientras la voz angustiada de Justine se perdía en la oscuridad. Una espada encontró mi piel y la hendió. Caí de rodillas; el dolor me torturaba. Asesté otro tajo: alcancé a otro rodent, que pereció chillando como la rata que era.

Comencé a ver una luz al fondo del túnel. ¿Eran mis compañeros que acudían en nuestro socorro? Dos espadas más se hundieron en mi cuerpo; ya no sentía dolor alguno. Una extraña frialdad me invadió, aportándome un cierto bienestar. Todavía le quité la vida a dos criaturas más en un desmañado revés. La luz se hacía más intensa.

“Se acerca la muerte” pensé en el último momento, al distinguir a Theos al otro lado.

Me dirigí hacia la cegadora luz; el dolor se había extinguido; los rodents también. Más allá me esperaba el ser que había visto en mis sueños.

―Lo siento, Justine― fue lo último que dije antes de que la claridad me engullera...


¡Game Over!

¡Try Again!

En cuanto recuperé la consciencia en La Tierra me levanté de la cama y me aseguré que Teresa estuviera todavía jugando en HOB. Efectivamente, permanecía tumbada a mi lado.

―Bien― me dije―, aún tienes tiempo, si te das prisa, todavía la puedes salvar.

No me alteré, estaba acostumbrado a situaciones de premura desde mis tiempos de militar.

Cogí el H-Tab de la mesilla y dije en voz alta:

―Marcación por voz.

El H-Tab se activó y desplegó la pantalla holográfica. Lo tenía configurado para que la Web de HOB se conectara al iniciar sesión. En el centro de la habitación apareció el cráneo de Bahal flotando en el aire.

―Buscador― cité el comando. Instantáneamente se abrió un recuadro esperando a ser rellenado―: Justine de Valois.

En cuanto pronuncié el nombre las imágenes de la holopantalla se fundieron en negro y, un segundo después, me hallaba viendo la partida de mi mujer, que había sido capturada por los rodents gracias a mi temeridad.

Se distinguía un oscuro corredor de piedra sin apenas iluminación. Un conjunto de sombras avanzaban por él, arrastrando a una bella muchacha: ¡Justine!

―Zoom al rostro― ordené.

Se hizo una ampliación hasta que pude observar su cara con todo detalle. No parecía que la hubieran lastimado. Respiré tranquilo.

Tenía pocas opciones. No podía volver a saltar a HOB con mi personaje porque lo habían matado esas ratas. Tampoco podía comprarme uno de nivel suficiente como para rescatarla de sus garras. Lo único que se me ocurría era cederle la poca vida que me quedaba, pues mis puntos se habían reducido a la mitad. Decidí que eso era lo mejor.

No tenía tiempo que perder. Luego tendría que acudir al foro a solicitar la ayuda de alguna alma caritativa que quisiera programarse una misión de rescate en mi nombre.

―Búsqueda paralela: Usuario 29 43 07― dije. Se abrió otra ventana en el aire, al lado de la principal que ofrecía la partida por terminar de Justine. Apareció mi perfil en HOB, con todo mi historial detallado. Me quedaban ciento sesenta mil puntos―. Bien, con eso me aseguraré de que aguante algún tiempo y se pueda defender.

Eché un vistazo a la otra pantalla. Los rodents estaban tomando una bifurcación que se internaba en las entrañas de la tierra. De momento ella estaba bien.

―Transferencia de Puntos a Personaje Justine de Valois― recité.

“Confirmación de transferencia. ¿Desea continuar?” preguntó una voz maquinal.

―Sí.

―Transferencia confirmada, gracias por su donación Usuario 29 43 07”.

Los puntos de Justine, en la pantalla grande, corrieron por el marcador. Apareció el icono de un corazón que indicaba el regalo de puntos de otro jugador.

―Ventana paralela― pronuncié sin perder tiempo. Ahora no podía prestar atención a esas cosas. La vida de mi amor estaba en serias dificultades y dependía solo de mí―: Foro de Jugadores de HOB. Abrir nuevo tema, marcación por voz.

Conforme yo hablaba, el texto se escribía a la vez:

“S.O.S. Dama en peligro, capturada por los rodents. Se solicitan voluntarios para un rescate de alto riesgo. Personaje: Justine de Valois. No puedo ofrecer recompensa, solo nuestra eterna gratitud. Fin de texto. Enviar a todos los usuarios del bando de Héroe”.

―Ya está hecho― murmuré, mirando su figura tendida en la cama con preocupación y luego volviendo a la partida―. Ahora a esperar a ver si alguien se presta.

Para mi enorme sorpresa la respuesta me llegó a los pocos segundos. El timbre de entrada sonó como música celestial. El mensaje era claro y conciso:

“Yo rescataré a tu chica. Firmado: el Autarka”.


Libro de Hob

Entrada del 27.04.1378. Era de La Bestia.

Mi suerte truncada por un Autarka

Quiero dejar constancia en este Post de la tremenda injusticia de la que sido objeto. Al margen de esta queja pienso trasladar mi indignación a los miembros del Consejo de Directivos de la empresa Media Games, de la que mi tío forma parte como uno de sus fundadores. Esto es un atropello que no se debe consentir y quiero hacerlo patente para escarnio del personaje que me ha ocasionado semejante afrenta.

Soy Roddor, hermano menor del poderoso Zashkrod, Jefe de Nido Rexrod, hijo de Rodent, creador del Rodensis Rex o como muchos lo conocen, del Dinorodent, una maquina de aplastar jugadores sin misericordia. Me establecí en el nacimiento del Medíter, en las estribaciones de los Montes del Marrak, cerca del núcleo sapiens de Pitya, a orillas de dicho río.

Es un nido menor que lucha por labrarse un futuro en medio de las hordas Bestiae que atestan el centro de Euráfrika. Además de los sapiens, nos vemos amenazados por los antrópodos de ArHell, una plaga inconmensurable siempre sedienta de la sangre Rodentsis, y por WinsTroll, un despiadado señor Trollensis, dueño del Marrak, quien se dedica a la ganadería de Megarácnidos de combate para la venta a otros postores.

WinsTroll es nuestro mayor enemigo, aunque es bien cierto que no le tememos, nosotros somos descendientes directos de Rodent, uno de los discípulos metamorfos de Bahal, quien dio origen a las Razas Bestiales, de las que los Rodentsis somos Bestiae

originales. No como los antrópodos, que fueron creados por medio de experimentos con Magia. ¡Nosotros nacemos de Bestiae!

Ese abyecto Trollensis ejerce el terror sobre sus hermanos Bestiae sin la menor piedad, nos impone un impuesto por permitirnos vivir en sus montañas y cuando a él le place nos envía sus ejércitos de Magarácnidos para llenarse la tripa con nuestra carne. Todos los Bestiae nos odian más que los sapiens y siempre tratan de quitarnos de en medio para ser ellos los enteros dueños de Nueva Pangea. Pero eso nunca lo conseguirán porque nosotros, los Rodentsis, contamos con los recursos que ellos envidian y desean: tenemos en nuestro poder numerosos depósitos de Magia que extraemos de las profundidades de la tierra, donde ellos no pueden llegar. Es por eso que les conviene ser amables con nosotros y respetar nuestro justo puesto en la cima de nuestra especie si desean que comerciemos con ellos nuestra preciada Magia.

Yo, que he heredado la inteligencia de la estirpe de Rexrod, he sido llamado a realizar grandes gestas entre los míos y a liderar nuestra raza. Por el momento soy el Jefe de Nido Roddor; algún día ocuparé el puesto inmerecido de mi hermano de camada, Zashkrod, quien solo tuvo el acierto de nacer primero, y saldré de esta pocilga en la estoy obligado a recluirme para huir de sus celos insanos.

Manejo con extrema brillantez los asuntos del nido y lo mantengo a salvo de la voracidad insaciable del Trollensis y de la insidia del metamofo Hafar de ArHell. He conseguido mediante ingeniosas tretas que los sapiens no sepan de nuestra existencia; que seamos poco más que un rumor, una leyenda para asustar a sus cachorros.

Con la ayuda de los Talpis hemos excavado túneles bajo sus ciudades, nos hemos acercado a sus casas, acechamos en las galerías que ellos consideran sagradas, siempre al acecho de los incautos y los curiosos que se adentran en ellas. De vez en cuando tenemos suerte y capturamos un sapiens, el cual se lo entregamos a WinsTroll el Irascible para aplacar su genio y atraerlo a nuestra causa. Así logramos que nos deje vivir sin temor, aunque odiamos tener que pagarle tributos por ello. Si lograra agradarle lo suficiente para que me apoyara en mis planes de conquista con su ejército de Megarácnidos, le arrebataría el nido a ese cretino de Zashkrod de un plumazo; yo solo no puedo enfrentarme a las bestias metamórficas que su mente perversa ha pergeñado.

Cuando mis exploradores me comunicaron la magnífica noticia de que habían capturado a una hembra sapiens en los túneles, no pude creer la suerte que había tenido. Eso solo podía ser una señal de que Rodent me consideraba su favorito. Acudí con presteza a su encuentro bajo la ciudad de Pitya, acompañado de mis orgullosos Guerreros del Nido y por supuesto de mi querida Cuca, una terrible creación que mi hermano me había regalado para la protección del nido.

Yo sé que en realidad perseguía eliminarme con ella, pero gracias a mi notable inteligencia logre domesticarla para que se convirtiera en un fiel y poderoso guardián. Estoy seguro que el tragón de WinsTroll finge simpatías hacia mí porque ha averiguado su existencia y la teme más de lo que intenta aparentar. Si alguna vez osa importunarme de nuevo, le enseñaré de lo que es capaz mi bestia metamórfica.

Exultante por la inesperada captura, envié mensajeros a las montañas para anunciarle el presente de que le íbamos a hacer honor. Le prometimos a la mascotte hembra para su disfrute personal, a sabiendas de lo preciadas que son para ellos. En principio dudé a quien obsequiarla, si a WinsTroll o a Hafar. Pero al final decidí que el Trollensis apreciaría más el generoso gesto y la muestra de amistad que le brindaba. Los antrópodos carecen por completo de sentimientos, sobre todo ese Mantis metamorfoseado, para quien no hubiera significado más que un aperitivo.

Los Trollensis, al igual que los porkomínidos y los Ogris, se complacen con su presencia, sienten una aberrante atracción hacia su belleza, una voluptuosidad nacida de

sus atavismos humanos. Eso no ocurre con los Rodentsis, nosotros estamos por encima de las impurezas del alma sapiens, somos guerreros, depredadores, las debilidades de la carne quedan muy abajo en nuestra evolución.

Yo mismo iba a hacerle el honor de la entrega en persona; era una cuestión de diplomacia, algo que sus reducidos cerebros desconocen. Entonces apareció ese maldito y nos la arrebató; ese adicto a la muerte y al dolor que se hace llamar con pomposidad el Autarka.

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