jueves, 28 de noviembre de 2013

10 PREGUNTAS A MIGUEL ÁNGEL NAHARRO

Miguel Ángel Naharro nació en Barcelona (1975) Aficionado a la lectura desde pequeño: Comics, libros de fantasía, terror o ciencia ficción.


Ha escrito historias desde siempre, desde que era apenas un niño. Realizó varios artículos y reseñas de comics en revista Ares Informática en el año 2001.


Alma mater y editor en la página web Action Tales, donde ha publicado un centenar de relatos desde el año 2003 hasta la actualidad.


Autor que ha publicado historias en la revista Cimmeria, ha participado en las antologías en e-book “Relativamente: Relatos de la Imaginación” y “Libido Máxima”, en la revista virtual “Ultratumba”, publicado relatos en las antologías: Zombies! Vol. II, Arkham: Relatos de Horror Cósmico, Epic: Relatos de Fantasía Épica y las Mejores Historias de Zombies de Tyranosaurius Books publicadas por la editorial Tyranosaurius Books


También ha participado con una breve colaboración en el libro Avengers: Poder Absoluto de la editorial Dolmen.


La Garra: La Maldición de la Diosa Araña  es su primera novela publicada. Recientemente ha publicado su segunda obra "Drácula y los crímenes de Jack el Destripador"


Y vamos allá con las preguntas...





1.- Tu primera novela fue “La Maldición de la Diosa Araña”, de temática claramente pulp. ¿Por qué elegiste ese estilo?


Pues principalmente porque es un género que siempre me ha gustado, en todos sus medios: Cine, Tv, libros, comics y demás. Y caí en la cuenta de que escrito por autores españoles no había demasiado de esta temática. Bueno, y excepto algunas cosillas, en general en España, es un género poco explotado, con la cantidad de posibilidades que contiene.


Muchos me han comentado que ni se habían dado cuenta de que muchas de las cosas  que les gustaban (alguna peli, serie, comic, novela) eran pulp, así que imagina. (risas)


Mi idea inicial era crear una novela de aventuras como las de antes. Que se leyese de un tirón y mantuviese el interés hasta el final.


La Maldición de la Diosa Araña, creo que mantiene todos esos conceptos y sale bien parada en ellos. 



 2.- El personaje principal, Jonathan Baker. ¿De dónde surge y cuáles son sus influencias?


Quería crear un nuevo personaje, que mantuviese la tradición de los grandes héroes  del pulp. Claramente, una de mis principales inspiraciones, es Indiana Jones, que es esencialmente puro y dinámico pulp, también el protagonista de la saga de la Momia y de otros conceptos y personajes, desde Doc Savage, a The Phantom.


La principal diferencia, es que Baker tiene una serie de habilidades especiales, que le proporciona la garra que tiene en su mano derecha y al que debe su apelativo de “La Garra” y el elemento místico y sobrenatural está muy presente en sus aventuras.






3.- En la novela desarrollas unos secundarios la mar de interesantes y coloridos, con peso propio para protagonizar sus propias historias. ¿Lo has pensado?


Vaya que si!! Tengo hasta peticiones de lectores y aficionados pidiéndome que haga novelas de muchos de ellos.


Gana por goleada la Liga de lo Oculto, seguida por Zardi y Walkyria.


La Liga, realmente ha conseguido mucha aceptación, no paran de exigirme una novela en solitario para ellos solos!! (risas)


Walkyria también tiene sus fieles admiradores, que conste, la bella germana no deja indiferente a nadie…


La verdad es que ya he hecho unos esbozos de argumentos para algunas aventuras en solitario de varios de ellos, en sus propias novelas, pero sólo el tiempo dirá cuándo y cómo saldrán, si las terminó escribiendo finalmente. Pero si, la idea es tener algún título protagonizado por alguno de los personajes del universo de la Garra, expandiendo el mundo por donde se mueven e ir añadiendo nuevos elementos poco a poco.



 4.- “La Maldición de la Diosa Araña” ha sido un éxito rotundo al agotar su primera edición. ¿Vamos a ver nuevas aventuras de Jonathan “La Garra” Baker en el futuro? Y si es así. ¿Podrías darnos un pequeño anticipo?


Pues no puedo estar más contento de la acogida de la novela, siendo un autor “desconocido”, con una historia de este estilo, ha desbordado todas mis expectativas.


No quiero olvidarme de que mucha parte de ese éxito, se debe a la estupenda portada de mi amigo y grandísimo ilustrador Néstor Allende, que llama la atención nada más verla y hace que muchos se acerquen al libro.


Y sí, habrá nuevas aventuras de la Garra, mientras tenga ideas para sus historias, se vendan bien y la editorial quiera, tendréis nuevas dosis de Jonathan Baker y compañía.


Sólo puedo adelantar que ya estoy trabajando en la segunda novela, y que no es una continuación en si misma de la Maldición, sino un nuevo libro del personaje, una nueva aventura de la Garra, que creo que satisfará de sobras a los fans de Baker, y de las historias de aventuras, del fantástico y del pulp





5.- Cuéntanos un poco de tu periplo como editor en la página de fan fiction de Action Tales.


Pues Action Tales, comenzó hace ya diez años (si, este año estamos de cumpleaños, nada más y nada menos), como una web para publicar algunos relatos, fan fictions, inspirada en la década de las webs españolas: Marveltopia (la distinguida competencia Xd)


Empezamos cuatro autores y series, y ahora somos más de una treintena y tocando desde Marvel, DC, como Star Trek o series de creación propia.


La diferencia de AT con otras webs, es que todos los números de las series, tienen su portada realizada expresamente por alguno de los magníficos ilustradores con los que contamos.


La verdad es que nunca pensé que llegásemos tan lejos, si me dicen hace una década, que la web crecería tanto y que incluso tendría su propia antología de relatos (Action Tales: Antología Pulp, publicada por Dlorean Ediciones) hubiese alucinado.


Ser editor de AT, pues es divertido, tiene mucho curro (estar encima de tantos autores, tanto escritores como ilustradores, no es sencillo), pero gracias a mi mano derecha en la web, mi amigo Roberto Cruz (editor de la línea tierra 53/ DC Comics), que me ayuda una barbaridad y sin cuya presencia, AT no funcionaría como un reloj, pues se hace más sencillo.


 
6.-Acabas de sacar una nueva novela llamada “Drácula y los crímenes de Jack el Destripador”, un salto al género del terror ¿Qué es lo que más te gusta de este estilo al escribir?


Soy un gran aficionado al género del terror. Tanto a autores más clásicos como Lovecraft, Matheson, pasando por Stephen King, Barker, Dean R. Koontz, John Farris y muchísimos más. Y no solo en literatura, sino también en el cine, series de TV o comics. Por lo que no me resulta demasiado brusco el salto, ya que ha escrito muchas historias de terror, relatos cortos en antologías, como Arkham, Erase una veZ, Las Mejores Historias de Zombies de Tyrannosaurus y otras.


Si es verdad que no me había atrevido aún con una novela completa, pero era sólo cuestión de tiempo.


Lo que me gusta de escribir género del terror es poder jugar con la atmosfera que envuelve la historia, con los elementos de horror que pueden oprimir a los personajes…
En Drácula y los Crímenes de Jack el Destripador, hay parte de eso, aunque es una novela de terror que se mueve en un ambiente y estilo muy particular, como toda la línea Monsters Unleashed


La línea pretende trasladar el ambiente y el tono de las película grindhouse a través de novelas pulp protagonizadas por monstruos clásicos alejados de su concepción original y situados en ambientes y desarrollos más propios del cine de exploitation que de la literatura clásica de terror



7.-A rasgos muy generales, nos podrías decir qué es lo que va a encontrar el lector en tu nueva novela.


Mucho entretenimiento y diversión, para los amantes del terror, del pulp, hasta del steampunk y las historias ambientadas en la época victoriana.


Tenemos a Drácula, en una situación no habitual para él, líder de la sociedad masónica de Londres y enfrentándose a uno de los mayores asesinos en serie de la historia, y sin duda, uno de los más “populares”, por el misterio que le rodea, Jack el Destripador.


Una novela en el Londres victoriano, con toques de elementos del genero steampunk y donde la sangre no puede faltar, el erotismo, le terror en estado puro, y muchísimas cosas más.


Nada es lo que parece en la historia, donde va in crescendo el misterio, el terror y donde veréis a Drácula y Jack el Destripador como nunca antes.


Hay guiños para los fans, incluido uno muy personalizado, que tiene que ver con una de mis obras anteriores, y no digo más, pero quien lea la novela, sabrá a qué me refiero…





 
8.- ¿Qué planes más inmediatos tienes ahora?


En este momento, terminar la novela con la que estoy escribiendo desde hace un tiempo.


Este año, ya no saldrá nada nuevo mío, pero el año que viene, publicaré relatos en varias antologías (algunas ya están terminadas y solo esperan fechas de la editorial para salir, y en otras, aún tengo que entregar los relatos) y mi pensamiento es poder escribir entre dos y tres novelas, ya veremos si para que salgan en el 2014 o más adelante. Y también, si soy capaz de escribirlas, pero al menos dos, es casi seguro.


También seguir con Action Tales, como editor, y en la medida que puede, escribir de vez en cuando algún número de mis series en la web.


Tengo un montón de proyectos muy ilusionantes y buenos entre manos, que os sorprenderán, poquito a poco, irán desvelándose, según se vayan terminando para ir publicándose. Estad atentos! Me es muy difícil pararme y no hacer mil cosas!! Es mi sino, no lo puedo evitar (risas)



9.-¿Qué género que no hayas tocado aún se te apetecería hacer en un futuro no muy lejano?


En relatos he tocado fantasía, terror, pulp, erótico entre otros, pero en novela, aún me quedan muchos temas por tocar. Seguramente, me  encantaría escribir una novela de ciencia ficción y meterme en la fantasía épica en algún momento.


Uno de mis retos, es escribir algún día, una novela sin elementos fantásticos, una historia más real y habitual, por así decirlo. Algún día lo haré, y ya tengo alguna idea al respecto…



10.-Recomienda a los lectores un libro pulp y uno de terror.


Buff! Es muy difícil, pero lo intentaré. Escogeré dos actuales, para no irme a las típicas y a las más clásicas. Novela pulp, pues recomiendo Charlie Marrow y la Rata Gigante de Sumatra de Alberto López Aroca y en terror, El Cuarto Jinete de Víctor Blázquez.




miércoles, 27 de noviembre de 2013

HoB: LA CAÍDA DEL AUTARKA (IX)




Esa mañana el cabo Torres no se había presentado en el cuartel después de su permiso. Me pregunté qué le habría podido pasar, él nunca faltaba a su puesto y pensar en la deserción era a todo punto impensable. Lo más seguro era, pensé con una sonrisa, que se hubiera retrasado después de apurar la noche con su chica, a la que hacía algún tiempo que no veía.


La vida del militar es dura en Hob. La lucha contra las bestias no nos deja espacio para nosotros mismos, pero es lo que debemos hacer para asegurar la supervivencia de la Segunda Humanidad. Ahora ya no somos nosotros la especie dominante en Nueva Pangea. Es nuestro más sagrado deber luchar con todas nuestras fuerzas para preservar las vidas de nuestros seres queridos. No importa lo dura que sea esta vida, la mayor recompensa es vivir un día más sabiendo que nuestros esfuerzos son recompensados.


En unas horas teníamos que salir a patrullar en la cañonera de la Armada, como era costumbre, para prevenir posibles invasiones de bestias, procedentes de la orilla sur del Medíter, territorio en poder de las bestias. Nuestra vigilancia era crucial para detectar amenazas a tiempo y erradicarlas. Justamente por esa razón le habían dado permiso al cabo Torres, por su valerosa actuación contra un desafortunado desembarco de bestias a este lado del Medíter que había tenido lugar días atrás.


¡No hay paz en Hob, las bestias se reagrupan!


Mandé al soldado Fernández a buscarlo a su casa para evitarle un arresto o algo peor si nuestro comandante se enteraba. Por mucho aprecio que le profesara, el deber estaba por encima de toda cuestión y no se podían permitir negligencias porque ello podría significar muchas vidas.


El soldado Fernández regresó sin noticias del paradero del cabo, hecho que me extrañó en demasía. Algo malo le había ocurrido: de repente un azaroso sentimiento me invadió. Y no solamente eso, sino además que Justine también había desaparecido. Lo último que se sabía de ellos era que habían sido vistos por última vez entrando en la vieja ermita de las afueras.


Entonces lo tuve claro, un presentimiento me atravesó como una flecha: se habían internado en las catacumbas y los rodents los habían sorprendido. Conocía la imaginación del cabo Torres, aún un muchacho, con muchas fantasías de tesoros y armas mágicas en la cabeza. ¡Ay, qué insensato. Y mira que le previne de lo peligroso de internarse por esos corredores infestados de rodents! ¡Pero es que los jóvenes no escuchan, siempre con sus sueños!


Notifiqué mis temores al comandante, solicitándole permiso para efectuar una batida; pero hallé su tajante negativa:


-¡No tenemos tiempo para juegos de incautos e irresponsables, capitán! Su deber es cumplir lo que se le ha ordenado para la jornada de hoy. Si el chico no aparece en unos días, consideraré de nuevo su petición.


Así de conciso me despachó. Y yo, que entendía su posición, me dirigí a mi destino sin rechistar. Una orden era una orden, no había nada que hacer por el momento. Recé para que al cabo no le hubiera sucedido nada malo.


Nuestro cometido para aquel día era hacer de apoyo a la Marina por si debíamos realizar un desembarco para hacer frente a una incursión. Rutina.


A eso del mediodía mi compañía se hallaba a bordo de la cañonera. Jugábamos a las cartas y reíamos en perfecta camaradería, esperando el fin de la jornada para volver a casa. Yo no había podido dejar de pensar en el cabo Elías y en Justine. ¿Qué les habrá podido pasar? No podía quitarme de la cabeza la sensación de que los rodents andaban detrás de su misteriosa desaparición.


Hasta que una voz me sacó de mi ensimismamiento.


-Venga a ver esto, mi Capitán- me anunció un marinero.


Subí a cubierta a toda prisa, embargado por ese aciago presentimiento.


El comandante de la cañonera me esperaba ansioso. Antes de que pudiera preguntar me dijo:


-Capitán Pons, hemos detectado señales de lucha a estribor, prepare a sus hombres para entrar en acción.


Aquello no me sorprendió lo más mínimo.


-¿Tenemos notificación de movimiento de tropas en ese sector?- pregunté.


-No, presumo que son diferentes razas de bestias que pelean entre sí.


Aunque nuestras tropas no estuvieran involucradas en el combate, la amenaza era tangible; el vencedor se encaminaría a Pitya para cobrarse su botín. No era infrecuente que las bestias se mataran entre sí por disputarse su comida, que era cómo nos consideraban a nosotros: pura y simple carnaza para sus estómagos.


-Estaremos listos en unos minutos, mi comandante.


La cañonera viró rumbo a tierra. Desde la plataforma de desembarco podíamos vislumbrar las explosiones producidas por las pistolas Ray-Brand. Su sonido era inconfundible, atronador, pero menos ruidoso que un arcabuz de Magia Negra. Por la frecuencia de disparos no parecían ser demasiados luchadores.


Mis hombres estaban tranquilos, antes de tocar tierra la cañonera desplegaría su devastadora potencia de fuego, ¡Eso sí que producía estruendo! Luego, nosotros abatiríamos a los supervivientes con nuestras nuevas pistolas RR-Brand.


Ardíamos en deseos de probarlas. Las Red Ray-Brand o RR-Brand, como las llamábamos nosotros, eran lo último y más sofisticado que la ingeniería de guerra de los theosianos había concebido.


Los sacerdotes theosianos se devanaban los sesos para proporcionarnos armas efectivas contra las bestias, que no dudaban en recurrir a depravados experimentos con Magia para mutar sus cuerpos y aumentar su inteligencia, como era el caso de los dwergos, que concebían las más maquiavélicas armas para destruirnos o dominarnos. Era una lucha de voluntades la que mantenían los theosianos con los dwergos por la fabricación del arma más mortífera.


Las RR-Brand disparaban un rayo rojo que traspasaba las superficies más resistentes. Al contacto con la piel cortaba y cauterizaba a la vez con una precisión asombrosa. Un solo disparo era capaz de fulminar a media docena de bestias en grupo. En comparación con las viejas Ray-Brand, que disparaban bolas de fuego, originadas por la piedra de Magia Negra de su interior, estas armas permitían efectuar cientos de disparos sin tener que recargar como les sucedía a las anteriores.


El mecanismo, según las explicaciones más básicas, era sencillo: un rubí colocado en la parte interna del cañón filtraba la energía producida por la combustión de la Magia Negra. La energía se canalizaba en un potente rayo al atravesar la piedra, la cual aumentaba su potencia de modo espectacular.


Todavía no era el arma estándar del ejército, pero pronto todas las unidades gozarían de ellas. Por el momento solo las unidades especiales, como la Infantería de Marina o los Akritas, disponían de ellas. A nosotros nos las acababan de entregar hacía unos días.


Al sobrepasar una loma pudimos presenciar el combate. Lo que vimos nos heló la sangre y nos dejó estupefactos. Un solo hombre, pero de proporciones desmesuradas, se enfrentaba en solitario a una hueste inacabable de megarácnidos de combate, una espeluznante bestia del tamaño de un mamutte. En un gesto colectivo, mis hombres y yo tragamos saliva al contemplar la terrible escena.


-¿Es el Autarka?- murmuró alguien.


-¡Sí, es él!- contestó otro, entre la admiración y la aprensión.


El Autarka era un poderoso guerrero que luchaba contra las bestias, el cual había sido declarado hereje por el theógono Castos Vilitja por emplear métodos prohibidos en la lucha. No dudaba en ingerir Magia para adquirir más poder y sanarse las heridas, cosa que atentaba contra todas las leyes divinas, impuestas por Theos, nuestro Señor.


Conmovidos por el horrendo espectáculo, presenciamos cómo pugnaba heroicamente contra las bestias, blandiendo un par de hachas fabricadas con Magia. Las mortíferas armas estaban incandescentes y trazaban rojas estelas en el aire, fundiendo a sus víctimas como si fuera lava. En derredor del Autarka se originaba un gran rastro de destrucción. Causaba pavor su furor combativo; sus gritos enfervorecidos llegaban nítidos hasta nosotros.


Y también sus alaridos de dolor inhumano. Los megarácnidos, que cubrían la arena como una lóbrega manta de colores negros y amarillos, se abalanzaban sobre el Autarka a centenares, enterrándolo bajo su número. Ninguno de nosotros quisimos mirar cuando su vida acabó entre indecibles padecimientos y hórridos gritos que tardaremos mucho tiempo en olvidar.


Sobrevivo un sepulcral silencio en honor de aquel guerrero, si bien un hereje por sus prácticas degeneradas, todo un valiente y arrojado luchador al que debíamos un respeto.


-¡Mi capitán! ¿Qué es eso de ahí?- señaló el soldado Cadwell-. ¡Que me aspen si no es una mujer!


-¡No puede ser una mujer! ¿Qué va a hacer allí una mujer sola, en medio de una batalla?- discrepó el soldado Fresnos.


Agucé la vista, presa de un amargo presentimiento. Yo si me imaginaba qué podría estar haciendo allí: huir. Con un estremecimiento identifiqué a la mujer que corría desesperada, ¡Era Justine!


-¡Oh, mierda, la han descubierto!- gritó el soldado Flanagan.


En tanto los megarácnidos acababan con la vida del Autarka, el comandante de aquellas bestias, un troll descomunal montado en una repugnante cabalgadura, dirigía su montura hacia ella, con una aviesa sonrisa en su aterrador rostro. Su enorme bocaza se abría para emitir una grotesca carcajada que resonó en los espacios.


-¡Corre, corre!- gritaron mis hombres, impotentes, manifestando su horror en sus ojos dilatados.


Hecho pedazos el Autarka, el resto de la hueste partió detrás de su cabecilla, dejando miles de cadáveres en medio de un campo de batalla renegrido y humeante. Todavía se podían contar a cientos los megarácnidos que se desplegaban por el terreno con su impresionante tamaño.


CONTINUARÁ....

sábado, 23 de noviembre de 2013

VINDIUS, EL GUERRERO DEL NORTE



Voy a contar algo de Vindius, El Guerrero del Norte. No, nada de desvelar la trama. Pero sí que puedo deciros que en realidad ha sido una labor que  retomé tras un periodo en el que no había escrito nada narrativo. ¿Porqué escribirlo? Por hartazgo. Hartazgo de esperar a que alguien escribiera historias como las que podreis encontrar entre sus páginas. Decidi escribirlas yo mismo. Asi de simple.


¿Influencias? Demasiadas, quizá. Pero ante todo y sobre todo, la de Robert Ervin Howard, el Maestro de Cross Plains. No tanto Conan o Kull, como podrán pensar muchos. Sí quizás más Solomon Kane o Cormac Mac Art. Por el ambiente histórico en el cual se desarrollan las aventuras del fiero cántabro.


Porque sus aventuras transcurren en un ambiente histórico, en nuestro propio mundo. Con seres sobrenaturales y magia y sangre. Todo lo bueno de la mejor espada y brujería.


¿Y porqué escoger una ambientación histórica? En parte por homenaje a uno de mis muchos maestros. En parte porque pienso que aquí tenemos leyendas, héroes y magia de sobra para estas historias. Ni más ni menos. La aventura más sobrenatural y sangrienta está a la vuelta de la siguiente leyenda. Y ese mito popular por todos conocido puede ser el velo que oculta la verdad de lo que ocurrió hace tanto siglos.


Quiza, después de todo, el mito se quedó corto, ¿no? Quizás la verdad es más asombrosa, más real de lo que el diluido mito da a entender.


Historias con héroes guerreros y elementos mágicos existen desde que el mundo es mundo y empezarn a contarse historias de ellos. Yo me veo como el continuador/heredero de una tradición vieja como la humanidad misma. Y es una que mantengo con amor y entusiasmo.


Vindius es un guerrero que dejará roja memoria de su paso. Si eres enemigo suyo, victoria o muerte son tus únicas lecciones. A su lado, guiados por el hijo de las montañas cántabras conoceremos un mundo no tan alejado del nuestro como parece. Conocereis un mundo que puede que no fuera. O puede que sí. Eso no importa. Conocereis los hechos de Vindius.


Como todo buen héroe, Vindius disfruta de un cronista. Uno muy especial. Un hijo de tierras más civilizadas que trae hasta nostros sus hazañas. ¿Yo? Yo soy... No, mejor descubridlo por vosotros mismos. Yo ya he hablado demasiado. Ahora es tiempo de que conozcáis las hazañas de Vindius, el Guerrero del Norte.


...MUY PRONTO

Luis Guillermo del Corral

jueves, 21 de noviembre de 2013

HoB: LA CAÍDA DEL AUTARKA (VIII)




Los megarácnidos lo habían sepultado completamente. Los fulgores del hacha se habían extinguido entre la masa bullente. Mas aquello no era su fin; todavía guardaba una carta de triunfo. El Autarka se debatía frenéticamente bajo ella, acuchillando indiscriminadamente con su puñal de magiacero, que escindía las cortezas de las bestias como si se tratara de mantequilla. Estaba totalmente impregnado de icor espeso y maloliente, como recubierto de cera.


Entonces se tragó los dos pedazos de Cristal de Magia que había guardado para el momento final, para la apoteosis.


El Cristal de Magia era la energía más poderosa que se conocía en Nueva Pangea, proveniente de las entrañas del planeta. Energía vital con la que la diosa Gaia había dado vida a todo lo que le rodeaba. Por la ley de Theos a los humanos no les estaba permitido hacer uso de ese poder, que provocaba horrendas mutaciones, pero el Autarka estaba más allá de cualquier convención y de cualquier norma. Para él la religión no significaba nada.


El ingente montículo de megarácnidos se convulsionó como si hubiera tomado un revulsivo. Se escuchó un grito brutal desde sus profundidades y de pronto cientos de megarácnidos salieron despedidos por los aires como en una erupción. En el centro del cráter se erguía, enhiesto y poderoso, el Autarka, que había redoblado sus fuerzas gracias a la Magia cristalizada. Sus profundos cortes se habían cicatrizado y el brazo amputado se había regenerado; un halo azulado de energía le revestía, crepitando sonoramente, el cual emanaba ondas energéticas en derredor.


Decenas de megarácnidos entraron en combustión al ser alcanzados por aquellas ondas. El terreno alrededor al Autarka quedó despejado de bestias; una alfombra de cenizas carbonizadas lo tiznaba de negro. La expresión del guerrero era cruel, sus ojos centelleaban como luceros, registrando entorno con desafío, en busca de su enemigo.


-¡Da la cara, cobarde!- le conminó a luchar, torciendo el gesto con desprecio.


WinsTroll palideció ante aquella muestra de poder. Ningún enemigo había sido capaz de resistir una carga de sus megarácnidos.


-No- le contestó, recuperando la confianza cuando observó que sus criaturas retomaban el ataque-, para eso las tengo a ellas. ¡Y son legión!


Aunque había matado a cientos, todavía quedaban más del doble de megarácnidos. Esta vez parecía que algo las había enfurecido de verdad y se aproximaban emitiendo un agudo chillido que reventaba los tímpanos.


El Autarka aguantó el dolor con estoicismo, aprestándose para la última batalla. Si se hubiera enfrentado a bestias normales como los porkos o los caprens quizá hubiera sobrevivido, pero contra esos bichos enormes su muerte estaba firmada. No había ingerido el Cristal del Poder para salvarse, lo había hecho para revivir de nuevo el dolor de una muerte atroz, para alargar esa sensación sin par y paladear hasta el último instante de agonía. Ése era el propósito de su existencia.


Oleada tras oleada los megarácnidos cayeron sobre él. Armado con sus cuchillos de magiacero, el Autarka los repelía con furia, bramando como un poseso. Se giraba con una velocidad imposible, impelido por el poder de la Magia que circulaba en su interior. Una tras otra, las ciclópeas bestias se apagaban a su alrededor, creando un cúmulo creciente, que ascendía y ascendía.


Pero el Autarka no era un dios, no tenía poderes ilimitados. Cada corte, cada mordedura, le debilitaban poco a poco, agotándole las energías. Sus reflejos menguaron; su agilidad también; la sangre brotaba de innumerables heridas, provocándole exquisito escozor. Había entrado en un estado de éxtasis; recibía las nuevas heridas con un estallido de placer, una epifanía que manifestaba con desvariadas risas.


Dos pares de colmillos se hundieron en su figura; uno en la pierna y otro en el hombro. El veneno inyectado abrasó su organismo, consumiendo la energía de la Magia. Notó que sus miembros se paralizaban. Más colmillos se clavaron en su carne ensangrentada. Las cotas de dolor eran insoportables para cualquier ser vivo. Pero el Autarka gozaba como nunca, acuchillando a sus atacantes con saña hasta que la rigidez lo paralizó del todo. Más y más mandíbulas se cerraron entorno a su cuerpo, despedazando porciones de considerables de carne. ¡Placer infinito!


-¡Ja, ja, ja, ja!- escuchó las carcajadas de WinsTroll mientras contemplaba divertido su cruento final.


El Autarka vislumbró a través de la roja bruma que cegaba su vista cómo el troll dirigía su bestial montura en dirección a la chica mientras una docena de patas como guadañas lo descuartizaban.


-¡No es justo!- exclamó con su último suspiro.


En Hob las cosas eran así; en ocasiones ganaba el más inesperado y las acciones más justas se truncaban a favor del menos pensado.


-¡Yo gano!- exclamó, triunfante, el Trollensis.



¡Game Over!


¡Congratulations WinsTroll!









El Libro de Hob

Entrada del 01.05.1378. Era de La Bestia.

Rescate en Pitya.




Yo quisiera romper una lanza a favor de este emocionante juego, tan denostado por la sociedad últimamente, que todos conocen como Virtual WarGame. Al contrario de lo que muchos aseguran, como ese tremendista del Blog la Luz entre Tinieblas, en este juego impera la deportividad y la camaradería entre los jugadores, así como los sentimientos de amistad y nobleza. No se nos puede criticar a todos porque unos cuantos locos hayan decidido tener aquí su particular cobijo o para que algunas personas de espíritu corrompido tengan un lugar donde cometer sus malas acciones.


Intentaré relatar en breves líneas mi experiencia en HOB para dar una muestra de lo que digo.


En la vida real soy Ángel Puig, sargento mayor de Infantería de Marina, destinado en el Tear, en San Fernando de Cádiz, en España. Y en HOB soy el capitán Emilio Pons, de la Infantería de Marina del primarcado, en los Tercios de Spance, destinado en Pitya, al extremo suroeste del Méditer, tocando con el territorio hostil del Marrak, tierra de bestias.


Este increíble juego me sirve para perfeccionar mis aptitudes como soldado, pues, por extraño que parezca, algo de lo vivido allí se queda grabado en tu experiencia vital de modo que si eliges bien tu personaje y entrenas duro, puedes adquirir destrezas y conocimientos de combate que luego te pueden servir aquí. Eso no quiere decir que nos volvamos todos locos y acabemos matando a la gente por la calle en una especie de delirio. Los excepcionales casos que se han dado son producto de alguna patología en la mente de los jugadores antes de saltar a HOB, no del juego en sí mismo. Habría que someter a estudio a esos individuos para establecer su nivel de cordura antes de meternos a todos los demás en el mismo saco.


Cuando recibí el mensaje de S.O.S. del cabo Elías Torres, en la Tierra Ignacio Torrent, sentí una profunda aflicción y no dudé un solo segundo en ayudarle a rescatar a su chica, que había sido raptada por los rodents en HOB.


Yo ya conocía en la vida real a Ignacio Torrent, infante de marina como yo y veterano de guerra, que perdió su brazo en el conflicto armado de los protectorados. Ambos luchamos juntos en él durante los primeros meses de su desarrollo.


Por esa razón y por su calidad como persona, estaba obligado a intervenir.


Me puse de inmediato en contacto con él, ofreciendo mi desinteresada ayuda, para conocer más detalles de lo ocurrido. Necesitaba saberlo de primera mano, a veces los sucesos de HOB se desvirtúan o se tergiversan a favor de la emoción del juego.


El holograma de su imagen apareció en la pantalla desplegable del H-Tab, su semblante estaba alterado y se podía apreciar bien la consternación en su tono. Me dijo que su personaje había fenecido en manos de los rodents y que se habían llevado a su chica en HOB, que es su mujer en la Tierra. Le aseguré que movilizaría a mis hombres en HOB y efectuaríamos una batida por los subterráneos hasta dar con ellos y cuando los encontráramos, procederíamos a una acción punitiva para que no salieran nunca más de sus fronteras.


El difunto cabo Elías me confirmó que no sería necesario emprender tal acción ya que un personaje de Alto Nivel, que podría ser ProGamer por su puntuación, conocido como el Autarka, le había enviado un mensaje, comprometiéndose a rescatar a su chica.


A cualquier jugador con un mínimo de experiencia en HOB le es familiar ese nombre. El Autarka es célebre por sus batallas perdidas y sus misiones imposibles. No se conoce mucho de él en la vida real, pero en HOB es un poderoso aliado de la Segunda Humanidad, aunque, como su apelativo indica, lucha para él mismo, desdeñando la gloria y la fama que todos perseguimos en este juego.


Se dice que es un asesino psicópata que trabajaba para la U.E. hasta que perdió la cabeza y tuvieron que encerrarlo. También se dice, y no es menos fiable, que en realidad juega para satisfacer su retorcida adicción al dolor y al asesinato y que en el Virtual WarGame ha encontrado su elemento para llevarlo a cabo sin perjudicar a los demás.


A mí las habladurías me tienen sin cuidado, lo que sí que es cierto es que el Autarka no es un personaje muy fiable, dado su egoísmo e individualidad a la hora de jugar. Nunca acepta ayudas y a veces actúa de forma imprevisible, según su cambiante capricho.


Era más que probable que el Autarka, en su presunción, no hubiera visto el Post que había colgado el rodent y que no pudiera completar con éxito su misión. Conociendo a los rodents, seguro que preparaba algo, y no bueno. Por ello se hacía del todo imprescindible mi participación en este escabroso y desafortunado incidente.


Acabé la conversación con mi excompañero prometiéndole que le traeríamos de vuelta a Justine, que no se preocupase de nada más y que se relajara disfrutando de la partida, tranquilamente en su salón.


Existen muchos modos de prepararse la partida antes de saltar a HOB. Unos buscan información y detalles que les puedan servir de ayuda para lograr sus objetivos. Se pactan alianzas, se buscan nuevos amigos, los puntos débiles del contrincante; en definitiva todo aquello que pueda ser de utilidad. Aunque yo soy de los que no les gusta abusar de la información para obtener ventaja; es como hacer una especie de trampas.


Así que programé mi misión con el mínimo de detalles y me dispuse a saltar...



...CONTINUARÁ

miércoles, 13 de noviembre de 2013

HoB: LA CAÍDA DEL AUTARKA (ACTO VII)

     



      WinsTroll estaba poseído por la negra furia. ¡Aquel maldito sapiens estaba diezmando su hueste con armas sónicas! ¿Acaso los dwergos le habían traicionado, aliándose con los sapiens para quedarse con su rebaño? Cuando les pusiera las manos encima se iban a enterar de quién era él y de por qué le llamaban, no en vano, el Irascible. Pero eso ahora daba igual, primero se encargaría de proporcionar los más impensables sufrimientos a ese desgraciado, y, cuando solo quedaran pedacitos de su cuerpo, ya ajustaría cuentas con los dwergos.


     ¿Dónde se había metido? ¿Se había ocultado bajo tierra como esas ratas de los rodents? ¿Y si todo era un plan orquestado por ese intrigante de Roddor para causarle la ruina? Era bien sabido que el resto de Bestiae le profesaba grande ojeriza y que continuamente tramaban insidiosos planes para arrebatarle el poder. ¡Pero no lo conseguirían, no conocían la furia de un Trollensis! ¡Que intentaran plantar sus patéticas caras delante de WinsTroll y verían cuán atroz era su final!


     Las largas patas de su montura se clavaban entre las piedras, sorteando a los guerreros que correteaban bajo ellas. Desde su elevada posición el troll tenía una visión estratégica de lo que les rodeaba. Los megarácnidos se movían de un lado para otro, inquietos, pugnando por encontrar el rastro del sapiens arrogante que se hacía llamar, ¿cómo había dicho la voz?, el Autarka. WinsTroll no tenía ni idea de qué podía significar eso, pero reconocía que sonaba sombrío y amenazador. ¿Qué era, un dios o algo así, que podía despistar a sus guerreros como si se hubiera evaporado en el aire?


     -¡Ah, ahí estás, malandrín, ya has salido de tu agujero!


        Sobre unas rocas a su derecha, se alzaba una figura desafiante, teñida por el rojo oscuro de la sangre seca, cuya barba y melena se agitaban al viento como un ominoso gallardete. Lo escrutaba con fría determinación, sin que nada conmoviera sus rasgos impávidos, retándolo con su mirara desafiante. En sus manos sostenía dos pistolas sónicas pero no eran las únicas armas que portaba. Sobre el pecho se distinguían dos pistolas Ray-Brand y tras la espalda descomunal asomaban las hojas negras de dos hachas. Un oponente formidable.


        WinsTroll experimentó un temblor al contemplar la templanza y la seguridad que emanaban de su gigantesca figura. Tragó saliva para humedecer su garganta de repente seca. Nunca había visto un sapiens de ese tamaño y esa fortaleza. En ese breve lapso de temor la voz resonó en su interior: ¡Mata, mata, mata!


        Se serenó un tanto cuando los megarácnidos se digirieron en masa hacia su objetivo; un océano de patas que desprendía fulgurantes tonos amarillos y negros.


***


    El Autarka, erguido con altivez sobre las peñas, clavó su férrea mirada en el Troll y su monumental montura sin inmutase. Había llegado el momento de la verdad, lo único por lo que merecía la pena morir: por la emoción experimentada en el campo de batalla. Nada podía igualarse a esos segundos de agonía, cuando la vida abandonaba tu cuerpo y saboreabas la inminencia de la muerte. Esperaba que esa ocasión le brindara las más inalcanzables cotas del sufrimiento.


      Los megarácnidos abrieron su formación y rodearon el promontorio. Eran miles, enormes como bueyes, con centelleantes ojos rebosantes de maldad y mandíbulas aterradoras, capaces de partir en dos a un toroceronte. No tenía escapatoria. Aunque eso no le causó impresión: era lo que deseaba más fervientemente. Echó un postrer vistazo hacia el río para asegurarse de que la chica corría a salvo, sin perseguidores, y luego esbozó una aviesa sonrisa, levantando parsimoniosamente sus pistolas sónicas hacia el enemigo, que estrechaba el círculo a pasos agigantados.


      -¡Va a ser una espléndida batalla!


      Y disparó.


    Entonces, sin soltar el dedo del percutor, puso los brazos en cruz. Rotó como las aspas de un molino, girando y girando sin parar. Las ondas de infrasonidos lo barrían todo a diez metros a la redonda. Los megarácnidos continuaban su avance, indolentes a la destrucción, saliendo despedidos en todas direcciones, bien hechos pedazos, bien reventados como melones. La base del peñasco se cubría de restos viscosos de su icor verdoso; el aire se saturó de un insoportable hedor a vísceras y entrañas; partículas amarillas y negras volaban como silenciosos cometas.


     Pero la marea seguía subiendo; un mar de peludas bestias anegaba el terreno circundante, metro a metro, cubriendo el islote de piedra en el que se alzaba el Autarka, quien había adoptado una expresión de éxtasis en su semblante contraído.


   Cuando las pistolas sónicas se negaron a funcionar, impertérrito, las desechó con un gesto desdeñoso y empuñó el otro par que pendía de su arnés. Sus ojos estaban poseídos, la sangre le hervía de la exultación; un placer de inefable voluptuosidad le excitaba los ánimos, cada vez más exaltados. De esa manera siguió disparando a su alrededor, deleitándose con cada megarácnido que eliminaba.


      Las Ray-Brand escupían una bola de fuego fuliginoso provocado por la munición de Magia Negra con que se recargaban. El blanco alcanzado estallaba en una masa de fuego que se expandía a su alrededor, cauterizando y abrasando lo que se encontraba a un radio de medio metro. No eran tan devastadoras como las pistolas sónicas pero causaban un gran estruendo que confundía a las bestias, que sentían pavor por las llamas.


    Los megarácnidos no demostraban miedo hacia el fuego continuado de las Ray-Brand, aunque sí rompían la compacta formación para eludir sus bolas de fuego. Considerables brechas se abrieron en aquel amasijo moviente de reflejos amarillos y negros. Las explosiones fulguraban en sus miles de pupilas como lóbregas estrellas. Los inflados cuerpos de las bestias se arrugaban al ser lamidos por las llamas, pataleando espasmódicamente en el aire. Un cúmulo de cuerpos humeantes y carbonizados se comenzaba a erguir en la base del peñasco.


     El Autarka gritaba enajenado de júbilo, mientras más y más megarácnidos subían por el creciente montón, en medio de las atronadoras detonaciones. No podía abarcar su alrededor con la misma eficiencia de antes y estaba comenzando a ser desbordado por su inacabable contingente.


   WinsTroll reía desde su montura, disfrutando con el espectáculo; aquel circo de colores era tan semejante a sus calidoscopios. No le importaban las cuantiosas bajas que estaba sufriendo su hueste. Eso haría más sabroso el momento en el que lo despiezasen como a un Caprensis.


    De repente las pistolas Ray-Bran agotaron su carga y enmudecieron. No había tiempo de recargar. En el segundo que tardó en soltarlas y blandir las hachas de su espalda, los megarácnidos ya habían ganado su posición sobre la cumbre de la roca.


      El Autarka pegó un poderoso salto, escapando de un par de mandíbulas que se cerraron en el aire donde antes había estado su pierna, y aterrizó sobre el amasijo abrasado de abajo, levantando una nube de ceniza. Corrió en dirección Norte para alejar al máximo posible el escenario de la lucha de Justine, quien todavía corría riesgo de ser descubierta.


  Las hachas de Porko comenzaron a cobrar incandescencia en las manos del Autarka, convirtiéndose en poderosas armas de destrucción masiva. Las runas de Magia de sus hojas emitían fúlgidos resplandores, envolviendo su cuerpo en una película luminosa. Todo lo que entraba en contacto con ella se prendía al instante.


    -¡Vamos, esto acaba de comenzar!- retaba a los megarácnidos, fulminando con la vista al troll, quien de pronto enmudeció y trocó su rictus de alegría por una lividez de muerte.


     El Autarka estaba completamente rodeado; los megarácnidos, atraídos por el resplandor de su hacha, confluían en él, pasando unas sobre otras en la agonía de acabar con su presa. Su inexorable avance amenazaba con sumergirlo bajo la frenética avalancha de patas y mandíbulas. El suelo, coloreado de vivos tonos amarillos y negros, parecía moverse bajo los pies del guerrero, cuyos brazos subían y bajaban como un autómata, hendiendo los cuerpos peludos de sus atacantes. Las hachas zumbaban una aciaga letanía, describiendo arcos luminosos; una estela de humo las perseguía, en tanto que las runas parecían flotar en el ambiente, como mensajes de destrucción.


    Cada golpe, cada hachazo, generaba un estallido de luz; decenas y decenas de megarácnidos ardían por los aires, partidos en mil pedazos. La furia del Autarka era implacable. El fragor del combate había poseído su alma; era un trance sublime del que no quería salir. Cada muerte que infligía vigorizaba su ser, le infundía nuevas fuerzas, le mecía en su éxtasis terrenal.


    Sin embargo sus enemigos seguían llegando sin descanso. Ya casi lo habían enterrado bajo su número. Resplandores ígneos se filtraban a través de la marabunta, como los latidos de un ser monstruoso.


    -¡Arrrggghhh!- bramó de placer cuando una acerada pata le traspasó el hombro.


    ¡Por fin! Ahora le tocaba el turno al dolor; a esa deliciosa sensación que obnubilaba su mente de incomparable agonía.


    Luego una mandíbula le cercenó el brazo por el codo: otro alarido de suntuosidad extrema. El hacha cayó al suelo junto con la mano que la aferraba. Pero todavía podía luchar; le quedaba la otra mano. Mientras sangraba profusamente por el muñón, asestó un golpe tras otro con el brazo sano, disfrutando de todos y cada una de las oleadas de dolor que le torturaban. ¡Así perecía un guerrero, sin lamentaciones, sin miedos, saboreando la gloria de su hazaña!


CONTINUARÁ...

miércoles, 6 de noviembre de 2013

HoB: LA CAÍDA DEL AUTARKA (ACTO VI)


Justine se sobresaltaba cada vez que su malcarado guía se giraba para escrutar los alrededores.


―No corras tanto― le insistía, horrorizada ante la perspectiva de perderlo o de caer de nuevo en las garras de aquellas bestias repugnantes.


El Autarka había decidido abandonar el túnel para que la claridad les permitiera avanzar con mayor velocidad. Los rodents se habían alejado mucho por los subterráneos en el rapto, su ciudad todavía distaba varios kilómetros de allí.


Caminaban pegados a la orilla norte del Medíter, que les servía de protección, cruzando los semidesérticos parajes del sur de Spance. El río Medíter nacía en los Montes del Marrak y se ensanchaba paulatinamente a lo largo de su curso con la descarga de sus numerosos afluentes, como el Ebrios, hasta que ambas riveras desaparecían en lontananza como si fuera un mar. Se decía que millones de años atrás, en los días de la Primera Humanidad, había sido un verdadero mar.


Delante y detrás de ellos se extendían kilómetros y kilómetros de llanuras pedregosas, peladas por el viento, moteadas de vegetación arbustiva y cactus. Caminaban solos entre los agrestes eriales, cada vez más embargados por un ominoso presentimiento.


De repente el horizonte a sus espaldas se oscureció como cubierto por una tormenta. El Autarka miró automáticamente al cielo, pero no halló ni una nube, se concentraban todas en derredor de las blancas cumbres del Marrak.


―¡Oh, soberbio!― entonó con admiración, escrutando con atención la lejanía.


La mancha sombría se desplazaba a considerable celeridad, como impulsada por un viento intangible.


―¿Qué pasa, qué es eso?―Justine se temió lo peor.


Y no estaba equivocada. El Autarka también imaginó qué podría ser; ella lo adivinó cuando su rostro adusto se torció en una mueca de placer. Miles y miles de pequeñas siluetas bullían en el interior de aquel siniestro parche oscuro que devoraba la distancia.


―¡Oh, qué bella muerte para un guerrero!― pronunció como un cántico el Autarka. Pero antes debía cumplir su promesa y poner a salvo a la chica―. ¡Corre!


―¿Por qué hablas así?


Justine cada vez estaba más asustada. Creía que ya no podría soportar más tensiones cuando fue capturada por los rodents, pero cuando vio lo que se aproximaba a toda velocidad por la llanura, un miedo atroz se apoderó de ella. Rompió a correr con toda la fuerza de su ser, sacando fuerzas que creía que no tenía. Ella no lo sabía, pero su novio le había donado su vida desde el Otro Mundo para que ahora sus piernas fueran transportadas en alas de la premura. Recordó la conversación que habían entablado justo antes de que la raptaran; se dio cuenta de que en verdad sí temía viajar sola al reino de Selene. Ahora ya no tenía tan claro que allí fuera todo maravilloso.


¿Y si Selene era un sitio horrible, un castigo eterno donde no había felicidad, solo penuria y sufrimiento?


Por las ganas que mostraba el Autarka de llegar allí, bien podría asegurar que así fuera.


***


Sus queridos Montes del Marrak se difuminaban entre la niebla a sus espaldas. WinsTroll llevaba horas cabalgando a lomos de su montura sin que atisbara el objetivo marcado; por delante, su hueste de Megarácnidos se desplegaba por la llanura a buen ritmo, lanzando reflejos negros y amarillos a la luz del sol, que alumbraba desde su cenit. Era una agradable visión, muy parecida a la del calidoscopio que tanto adoraba; si entornaba un poco los ojos, los colores comenzaban a danzar de igual manera.


Aquello mejoró un poco su humor. Estaba muy irritado por haber tenido que abandonar la placidez de su hogar para hacer de niñera a ese rodent caprichoso. ¿Es que no le bastaba con el cucaceronte que le había regalado su hermano mayor para defender su nido? Sabía bien que esa bestia metamórfica era peligrosa; en varias ocasiones que había intentado entrar en el nido había trinchado a sus Megarácnidos como un porkomínido en el espetón.


La voz incesante no paraba de resonar en su cabeza: “¡Mata, mata, mata!”. Cuando atrapara a ese sapiens lo iba a aplastar, desmembrar, despellejar y mil cosas más por haberle metido en ese embrollo que no tenía nada que ver con él.


Desde su Megarácnido de transporte, otro obsequio de los dwergos, los cuales lo habían modificado con Magia para que se ajustara a sus medidas, alargándole las patas, divisó una corpulenta figura en la lejanía. ¡Allí estaba el Autarka! Y la hembra prometida estaba con él. Ahora lo entendía todo: ese entrometido se había inmiscuido para hacerse el Héroe y el pequeñín le había rezado a su dios, del que decía que era descendiente, para que le ayudara. Hasta un Trollensis poco brillante como él podía darse cuenta.


Los sapiens echaron a correr en cuanto vieron su temible ejército.


―¡Ja, ja, ja, ja! ¡Mira cómo corre el muy cobarde!― exclamó complacido―. ¡Va ser una caza divertida!


Pegó un potente silbido para que su hueste acelerara, tenía ganas de descargar toda su furia en ese sapiens. Al punto, los Megarácnidos se lanzaron a la carrera, alargando su formación como una riada. Inexorablemente, la distancia que los separaba de los sapiens huidizos se acortaba sin que sus esfuerzos sirvieran de nada. Los primeros combatientes del ejército ya les estaban dando alcance; en cuestión de minutos los cercarían y los engullirían sin compasión, como a él le gustaba. ¡Ja, ja, ja, ja!


***


Justine emitió un alarido cuando distinguió el horror que se aproximaba por la llanura: ¡Arañas gigantes! Tenía pavor a las arañas. Llevaban corriendo casi una hora y la fatiga comenzaba a hacer mella en su resistencia. El Autarka se distanciaba cada vez más de ella, era imposible seguir su ritmo; corría como un toroceronte.


Éste, al oír su grito de espanto, se volvió y esbozó una sonrisa homicida. Los ojos le brillaron con especial intensidad al constatar que los Megarácnidos les estaban alcanzando. El tableteo de sus patas podía escucharse en el aire, próximo a ellos. Los más avanzados aprestaban sus mandíbulas chasqueantes, a escasos metros de ella.


Sin refinamientos, el Autarka la cogió y la cargó sobre el hombro para ganar terreno. No permitiría que le parara nada a la chica aunque tuviera que morir para ello. No temía a la muerte, ya había experimentado ese goce en innumerables ocasiones. Sin dejar de correr, con la mano derecha desenfundó una pistola sónica y disparó por encima del hombro sin apuntar. Con las armas sónicas no era preciso afinar la puntería, bastaba con dirigir el cañón y las ondas infrasónicas arrasaban toda vida que hallaban a su paso.


Seis Megarácnidos reventaron en jirones sanguinolentos. Sin embargo, al instante, otras tantos, sino más, ocuparon su lugar. ¡Eran miles! Tras otro disparo saltaron por los aires fragmentos de patas y de corteza; pero nada las detenía, su velocidad era asombrosa.


Le entregó una pistola sónica a Justine.


―¡Toma, úsala!


Ella dudó al ver la extraña arma. No era de fabricación humana.


―¡Ahora no es momento de chorradas religiosas, dispara si quieres sobrevivir!― masculló el Autarka.


Justine asió la pistola, asombrada por su ligereza, y apretó el gatillo desde su incómoda posición. La carrera del Autarka la hacía sacudirse sin control. Cuando vio su devastadora potencia emitió un gritito de júbilo.


Los megarácnidos reventaban como uvas maduras; el aire se colmó de partículas sangrientas. Cada vez que una de ellas se adelantaba, la hacían saltar por los aires. Tras ellos el terreno se sembraba de despojos, que al instante eran tragados por la marabunta. Estremecía el silencio con que corrían, solo el ruido de sus patas sobre la tierra seca; ni un grito de dolor, ni una voz.


Arribaron a una formación rocosa. Un sitio perfecto para presentar batalla, pensó el Autarka. Miró con rapidez hacia el Este y luego hacia el Oeste, por donde el ejército de megarácnidos ensombrecía la tierra con su ingente número. Pitya se recortaba en el horizonte cercano. Ya casi habían llegado. El Medíter fluía al Sur. Si seguían corriendo no lograrían llegar a su destino, reflexionó a toda velocidad.


―A partir de aquí, sigues tú, yo los entretendré en estas peñas. ¡Corre!


Justine dudó, aquella distancia hasta Pitya se le antojaba insuperable; sus piernas no aguantarían. Su rostro reflejó espanto.


―Sigue el margen del río, puede que encuentres alguna patrullera atraída por la batalla― urgió el Autarka, los megarácnidos no tardarían en localizarlos. Debían aprovechar esa ligera ventaja.


―Gracias por lo que has hecho y por arriesgar la vida por mí― le dijo Justine con gratitud.


―No lo hago por ti, lo hago por el dolor y la muerte― contestó él con sequedad, ya en su rostro reflejada la incipiente locura de la batalla.- ¡Y ahora corre, no te detengas o mi ayuda habrá sido en balde!


Continuará...